El abuelo dejó de escribir, sonrió y dijo al nieto:
–Estoy escribiendo sobre ti, es cierto. Sin embargo, más importante
que las palabras es el lápiz que estoy usando. Me gustaría que tú fueses
como él cuando crezcas.
El niño miró el lápiz, intrigado, y no vio nada de especial.
–¡Pero si es igual a todos los lápices que he visto en mi vida!
–Todo depende del modo en que mires las cosas. Hay en él cinco
cualidades que, si consigues mantenerlas, harán de ti una persona por
siempre en paz con el mundo. Primera cualidad: puedes hacer grandes
cosas, pero no olvides nunca que existe una mano que guía tus pasos. A
esta mano nosotros la llamamos Dios, y Él siempre te conducirá en
dirección a su voluntad.
Segunda: de vez en cuando necesito dejar de escribir y usar el
sacapuntas. Eso hace que el lápiz sufra un poco, pero al final está más
afilado. Por lo tanto, debes ser capaz de soportar algunos dolores,
porque te harán mejor persona.
Tercera: el lápiz siempre permite que usemos una goma para borrar
aquello que está mal. Entiende que corregir algo que hemos hecho no es
necesariamente algo malo, sino algo importante para mantenernos en el
camino de la justicia.
Cuarta: lo que realmente importa en el lápiz no es la madera ni su
forma exterior, sino el grafito que hay dentro. Por lo tanto, cuida
siempre de lo que sucede en tu interior.
Finalmente, la quinta cualidad del lápiz: siempre deja una marca. De
la misma manera, has de saber que todo lo que hagas en la vida dejará
trazos, e intenta ser consciente de cada acción
domingo, 22 de junio de 2014
LA HISTORIA DEL LÁPIZ
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